Un monólogo interior… la charla de uno, con uno mismo; normalmente lo hacemos, perdón, lo hago. Hablo de nosotros, porque al fin de cuentas el monólogo es eso, la charla de “nosotros” con nosotros mismos. Pero queda en eso. En una charla.
  Ahora estoy ante el desafío de escribirla. 
 Si lo dibujara seria mas fácil, la imagen sería un punto en el fondo con la perspectiva de que sale desde el punto y va de abajo hacia arriba, como un cono, con las líneas de diferentes colores, cada una con su correspondiente recorrido, porque este cono no esta formado por una sola línea que se cierra en si misma, no a este cono lo forman un sinfín de líneas que convergen en el punto, lo atraviesan y vuelven a salir transformadas. El tener que escribirlo, que traducirlo, es un desafío, una nueva prueba de valor, ya que no solo es hacerlo, sino lograr hacer algo bueno. Siento. Percibo. Desespero. Siento de nuevo, no se bien qué. Desespero aún más. Pienso, luego existo. ¿Existo?. Quien garantiza mi banal existencia. Como se puede hacer un monólogo interior si en lo profundo de mi ser no se si estoy pasando por esto realmente. Me gustaría lograr un vuelo poético, pero no quiero exponer a mi cerebro a tanto. ¿Puedo exponerlo si no sé si es cierto?. “ ¡Juguemos en el bosque mientras que el lobo no esta!. ¿Lobo está?. Me siento indefensa como esperando que el lobo venga. Ansiedad. Siento, o pienso mi interior como un constante remolino, como un torbellino mejor dicho, en el cual se perciben diferentes corrientes internas, unas que vienen, otras que van y en el centro mi propio ser tratando de seguir alguna y no pudiendo. Me desespera darme cuenta del paso del tiempo, de ese tiempo añorado, del que paso, del que viene, del que pudo ser. El tiempo en todas sus medidas, me esta pasando por encima, me aplasta a cada milésima de segundo, cada minuto es tan efímero que pasa inadvertido, o al menos eso parece. Cada minuto me roba un pedazo más de mi existencia, la consume, la encripta y se la guarda y no son muchas las veces en que puedo recuperarlos. Cada hora inscribe su propio capítulo en la historia, mi historia. La que esta llena de capítulos repartidos en tomos que forman los meses y los años. De repente mi vida esta convertida en una gran biblioteca. Siento o pienso, no sé bien que es primero en el orden, desespero y veo una imagen de algo estático y no me gusta, yo soñaba que mi vida era movimiento, era escribir la historia a cada paso, no que la historia me pase de costado. Desde el interior siento fuego y aire y agua y tierra, y todo un montón de sensaciones y, y, y … y todo es y, no hay comas, no hay respiro, no hay pausas, no hay nada mas porque no queda nada mas, todo esta subido en el torbellino, no hay más porque ya nada más queda, ya todo esta, todo, todo y es un todo tan grande, sin sus comas, sin sus pausas, sin respiros, que de tantos todos queda la sensación de una gran nada. Situaciones limites, locuras, miedos, alegrías, todo se enciende cómo fuego, todo se aviva con el aire, todo fluye como el agua, todo se absorbe como en la tierra. Siento a los cuatro elementos combinándose una y otra vez, fusionándose, transformándose, recreándose; y en medio de esto el tiempo. El tiempo ahora maldito que no pasa rápido para que la herida se cure, que se detiene en el dolor, que vivencia ese instante una y otra vez. El tiempo paralizado en el tiempo. El tiempo mostrándome su cara, la cara de mi amor, esa cara que ya no veré más; el tiempo rememorándome aquellas caricias que tanto extraño, aquellos gestos, aquellos ojos y mostrándome en flashes la última imagen que guarde de él. Esa historia ya termino, abruptamente, pero termino, o no, sigue viva en los recuerdos que atesoro lejos del tiempo  El tiempo que cae sobre si mismo, se alimenta y crece y se estanca. Y por otro lado, por otro hilo, el tiempo transformado, el tiempo del disfrute; que pasa rápido y furioso, no deja que lo disfrutemos, se nos escapa, es la imagen de la arena escurriéndose entre los dedos. Y todos y cada uno de estos tiempos conviven en mi interior, no se si armónicamente, creo que no; si fuera así tendrían que llegar a un equilibrio. Imágenes simultáneas caen en mi cabeza, algunas se quedan en la retina del ojo, como parámetro para futuras miradas. Otras descienden directo al corazón, algunas para mimarlo, otras para estrujarlo y hacerlo sufrir. Algunas imágenes viajan por el torrente sanguíneo sin rumbo fijo, tal vez terminen en el arcón de los recuerdos, tal vez en la papelera de reciclaje y formen parte de un colage sin demasiados detalles concretos, o con detalles poco perceptibles de su estado original, como un cuadro de Antonio Berni. Y de pronto entre las imágenes surgen ruidos y ahora las imágenes son colores, son sonidos, palabras impresas en el vacío. Y nuevamente en mi interior surgen las dudas. Y el agua y el  fuego y el aire y la tierra vuelven a sentirse mas fuertes y sin pausas, sin el respiro de la coma, presentes con el impulso  de la y. Y todo me desborda y decido desconectar y cuanto mas lo intento menos lo logro. La angustia se apodera de mi y tiñe gran parte del torbellino de gris, y me nubla la vista hacia el futuro, y me niega la posibilidad del mañana. Y todo vuelve a encimarse, la casa, el estudio, el trabajo, el amor, mi hijo, mi madre, mi familia, mi corazón, mis angustias, y mis ausencias,  y mis presencias, y mis miedos y mi soledad y mi recuerdo de mi amor y mi recuerdo de la infancia y mi esperanza de cambiar y, y, y,  volvieron las y. volvieron a encimarse las cosas, volvieron a perderse las pausas. Y todo asciende y todo desciende en el impresionante torbellino que me rodea, que me contiene y principalmente me limita; a veces hasta me sofoca, pero solo a mí, no a mi fuego interior, no a las tempestades que se forman con los mares de lágrimas, no a los vientos huracanados, no a las tormentas de tierra. Solo me aprisiona a mí, a mi esencia. A todo lo que soy y me deja en la nada del todo.
 “ gira y gira la vida, siempre lucha el amor…” ( Gira, gira. León Gieco.)
